Santa María, Madre de Dios

" ¡Saca mi alma de la cárcel, y daré gracias a tu nombre!En torno a mí los justos harán corro, por tu favor para conmigo. " ( SanFrancisco de Asis )




"Fueron rápidamente y encontraron a María, aJosé, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo quehabían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaronadmirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estascosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando yglorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncioque habían recibido."

(San Lucas 2,16-21)


Es todo uncamino. Para glorificar y alabar a Dios, primero hay que meditar y para meditar hay que conservar. Y para conservar en
el corazón hay que decir y contar lo que luego se conserva. Y es necesario admirarse y para admirarse hay que hacer silencio y escuchar y para escuchar hay que tener el corazón dispuesto y creer y ver lo que todos ven.

¿Por qué se admiraron tanto los pastores? Al fin y al cabo vieron algo tan común y repetido por miles y miles de años en la humanidad: un recién nacido en brazos de su madre. 
Pero no se quedaron sólo con lo que vieron sus ojos, sino que además creyeron lo que se les había anunciado: Que ese niño recién nacido era el Salvador del mundo. 
Y no estaba en un palacio ni en un trono de oro, sino en algo mucho más grande aún: los brazos de su Madre. Pues antes que en el pesebre, Dios estuvo en esta tierra, nacido, en los brazos de su Madre.

Esos brazos fueron su primer Trono en la tierra a la vista de los hombres, pues antes, oculto, estuvo en el Trono de su vientre purísimo. Y no subiría a otro Trono hasta su triunfo en la Cruz. De los brazos de su Madre a los brazos de la Cruz.

Pero para advertir esto hay que tener un corazón sencillo, humilde como el de los pastores. Si no se es sencillo y humilde no veremos ni nos admiraremos. Hay que ser muy pequeños y confiados en Dios para creer que ese niño sería el Salvador y que además era Dios. Hay que tener el alma muy chiquita y abandonada en Dios para creer que la que lo sostenía era su Madre, la Madre del Hijo de Dios, Dios verdadero y único.

Pues María es Madre de Jesús Salvador, o sea, es la Madre del Salvador. María es la Madre de Jesús el Señor, o sea, la Madre del Señor. María es la Madre de Jesús Dios, o sea, la Madre de Dios. 

O crees todo o rechazas todo. No puedes hacer reducciones de los misterios de Dios adecuándolo al tamaño de tu razón o de tu inteligencia o tu parecer.

Hay muchos sabios de nuestros días que intentan reducir estos misterios bajo capa de prudencia o humildad. 

Los hay fuera pero también dentro de la Iglesia. Los de fuera, aún cristianos bautizados, no aceptan llamarla Madre de Dios. Pues sepan que Dios mismo la llamó Madre. 

Los de dentro, pretenden que la Mariología, o sea el estudio de los misterios y virtudes que Dios ha hecho y derranado y acrecentado en la vida de Santa María, deben ser reducidos a su servicio y no girar entorno de sus privilegios. Son los mismos que no renuncian a uno sólo de sus propios privilegios y status eclesiásticos.

Está muy bien hablar de la servicialidad de María porque no hay ejemplo de servicio mayor después del de Cristo que el de María.
¿Pero en que opaca esta virtud el privilegio de su Maternidad Divina? ¿No se ven mejor las cosas a la luz del sol o esperamos a que se haga de noche para admirar mejor un paisaje?

La Maternidad Divina es el don de Dios más grande que haya podido el Señor darle a creatura alguna. Es más grande que la misma creación del universo pues en esta Dios creo todo de la nada, pero en la maternidad de María Dios engendró al Creador de la Creatura, sacó al pintor de su cuadro, al escultor de su obra, al arquitecto de su palacio. ¿Cómo no admirar toda la vida de María a la luz desemejante e inaudito acto Divino?

Si María nació Inmaculada y fue preservada de todo pecado en esta vida es por su Maternidad Divina.
Si María vivió en grado heroico e infinitamente superior a la suma de todos los santos habidos y por haber, todas sus virtudes en esta tierra, lo hizo a la luz y en virtud de su Divina maternidad.
Si María adelantó la hora de su Hijo en el milagro delas bodas de Caná fué porque era su Madre.
Si María estuvo al pie de la Cruz completando toda la Obra del Señor dispuesta por Dios Padre Celestial para la salvación de toda la humanidad y nos recibió como hijos suyos, fué por ser la Nadre del Dios crucificado.
Si María estuvo en el nacimiento de la Iglesia junto a los Apóstoles como Madre de la Iglesia, fué por su maternidad Divina.
Si María fue asunta al cielo preservándola de la tumba y sus consecuencias, fue por su Maternidad de Dios Jesús.
Si María fue coronada como Reina en el cielo (Apoc 12) fue también por su Maternidad Divina.
Y si María puede ser considerada Co-redentora de la Humanidad al lado y subordinada a la Redención de su Hijo, loes también por su maternidad Divina.

¿O que pensabas? ¡Ay hermano! ¡Que poco conoces a tu Señor y Salvador si sigues creyendo que quién la coronó como Reina podría despreciarla! 
¡Que poca capacidad de admiración te queda si crees que un privilegio unico y admirable puede opacar la multitud de virtudes que de el se derivan! ¡Acaso Jesús es menos Dios por ser Hombre!

De ninguna manera se opaca en nada la vida de María si miramos todo a través de semejante y único y especialísimo cristal querido por Dios desde siempre.

Admiremos como los pastores semejantes misterios. Meditémoslos y guardémoslos en nuestros corazones. Sólo así podremos maravillarnos y contarlo a todo el mundo.

Santa María, Madre de Dios, tealabamos, te bendecimos y te felicitamos en este dia junto con toda la Iglesia y con millones de Ángeles y Santos de todos los siglos, porque el Señor puso sus ojos en la humildad de su servidora y la constituyó en Madre de Dios, nuestro Salvador y Señor Jesucristo.

Y alabamos y glorificamos a Dios Santísimo en su Santísima e Indivisible Trinidad y Unidad, porque ha ocultado estas cosas a los sabios de este mundo y se las ha comunicado a los sencillos y humildes de corazón. 
Que Dios nos conceda crecer y perseverar en esta Fe y nos reunamos todos en el Cielo para cantar eternamente las Glorias del Señor.


-Claudio* -